Como un ave solitaria emigrando a otro lugar en busca de una vida mejor. Así es como me siento yo.
Dejando todo el pasado atrás, borrando del libro de mi vida el capítulo de dolor que había grabado con letras llenas de sentimientos e intentar continuar.
Busco un horizonte, un aliciente, algo o alguien que me encienda la mecha de mi interior y me vuelva a hacer sentir eso que un día sentí contigo.
¿Por qué no puedo sacarte de mi cabeza?
¿Por qué vaciaste mi interior, dejando únicamente la semilla de tu esencia?
No sé qué me pasa, después de tanto tiempo, creo que me estoy volviendo loco.
Quiero volver a perder el sentido agarrado de tu mano. Que las horas junto a ti no sean más que el reflejo de lo que parecen segundos a tu lado.
Quiero volver a ser tu ángel de la guarda, el que te proteja, ese que te dé abrigo cuando tienes frío.
Porque me siento vacío, perdido, sin sentido y aunque sé que a pasado tiempo, no has quedado en el olvido. Sigues siendo el reflejo de mi sonrisa en el latido de mi alma. La niña alegre y sonriente que, con toda aquella dulzura, mi vida de alegría llenaba. Y aunque en ocasiones lo hallamos pasado mal, siempre buscábamos la solución para seguir de la mano caminando.
Y ahora ya no estás.
Después de un año alejado de la hoguera de mi vida, me he dado cuenta que de nada sirve abrigarse y distanciarse si no se tienen las ideas claras. Después de todo este tiempo me he dado cuenta de que todavía sigo siendo aquel chico con cara de inocente que se arropaba en tu pecho aquellas tarde de frío invierno.
Todavía te quiero, no lo puedo evitar.
Como ya te comente en la entrada de un amor imposible, me gusta mucho esto, creo que escribes bien.
¡Espero saber más de ti pronto! O leerte más bien.
Besos y que los recuerdos también sean para bien, al igual que este blog.