Sin darte cuenta, sin que nada tengas que ver, te lo arrebatan. En una décima de segundo, sin que nada puedas hacer, te dejan sin nada.
Te vacían por dentro, profanan tu cuerpo y sacan de él lo único que te quedaba de valor. Esa cosa que para muchos no es nada, pero que para ti es lo más importante. Algo tan simple como un latido de corazón, o una profunda aspiración para llenar de oxígeno los pulmones.
¿Qué tontería verdad?
Me quitaron de ti, me alejaron de tus besos, de tus caricias, del suave roce de tu piel. Me robaron tu amor. Y yo me quedo sin ti, sin nada, amargado en el margen de la historia, intentando comprender por qué sucede así. Buscando una sencilla explicación a algo que no tiene sentido alguno.
Maldita historia de final infeliz, ¿Por qué todo tiene que ser así?
Estoy cansado de no pintar nada aquí, de ser siempre el malo de la obra, de tener el peor papel, de no entender por qué el guionista lo escribió así. Y de nada sirve luchar cuando la obra ya está escrita, porque no se puede cambiar, porque no se puede corregir.
Hoy no quiero reflexionar con mis palabras, hoy creo que lo correcto sería reflexionar con las palabras de dos personas muy importantes para mí. Dos amigas en las cuales pienso cada mañana para seguir adelante, dos chicas tan sencillas que me han hecho ser como soy. Porque un día decidí entregarles las llaves de mi felicidad y ellas siempre han sabido qué puerta era la correcta.
Tú tienes el don de hacer feliz a la gente que está a tu alrededor. Tu personalidad irradia fuerza y una energía que contagia todos los que tienen la suerte de conocerte. Eres una persona querida por todos, porque eres tú mismo y porque nadie te podrá cambiar.
Y aunque te vayas muy lejos, tú siempre estarás en nuestras mentes. Nunca serás nuestro pasado, siempre serás nuestro presente.
