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Refugio en la tormenta

A veces, la vida se siente como una cuesta interminable. Como un tsunami que emerge del mar, arrasando con todo a su paso, dejando solo el eco de lo que fui. Hay días en que todo parece demasiado, como si el peso del mundo quisiera aplastarme, y en esos momentos, tu recuerdo se convierte en mi refugio.

En estos días, las noches se han vuelto extrañamente silenciosas. Una intranquilidad mental me invade, despertándome asustado, agotado, golpeando involuntariamente la silla junto a mi cama.

Últimamente sueño con dragones que me devoran.

Las horas del reloj parecen eternas, como si el tiempo se resistiera a avanzar. Y lo único que deseo, lo único que rompe esa monotonía, es el sonido del primer mensaje de la mañana, ese que tú me envías. Es una melodía sencilla pero poderosa, capaz de transformar el día en algo genial.

Quiero aprovechar este momento para decirte cuánto significas para mí. Estoy inmensamente agradecido de que formes parte de mi vida. Has derribado cada barrera que alguna vez construí, cruzando el umbral de mi mundo. Me has mostrado que abrirse a alguien no es una debilidad, sino una forma de encontrar fortaleza.

¿Cómo agradecer algo que ni siquiera las palabras pueden describir?

Tenerte en mi vida es como una constante promesa de luz, incluso en los días más oscuros. Contigo, incluso los momentos más simples, como compartir un crucigrama, se vuelven especiales. Eres mi brújula, la estrella que me guía cuando todo parece perdido.

La distancia no ha sido un obstáculo para compartirlo. Esa es la magia: que lo que parece imposible, con un chasquido de dedos, se convierte en realidad. No importa cuántos kilómetros nos separen; siempre encontramos una manera de sentirnos cerca.

Eres uno de los pilares que sostienen mi vida, y cada día que pasa deseo que sigamos escribiendo juntos este libro, página a página, con historias llenas de experiencias compartidas. Sueño con los capítulos que aún no hemos escrito: viajes que aún no hemos hecho, momentos que aún no hemos compartido, metas que aún no hemos alcanzado.

Eres esa persona que, sabe cómo me siento. Te basta leer un mensaje para descifrar mi estado de ánimo. Y cuando más hundido he estado, cuando ni siquiera has podido levantarme, has optado por algo aún más valioso: bajar y sentarte a mi lado. Esa empatía, es algo que jamás podré olvidar.

No hace falta mucho para saber que estoy en el lugar correcto, en la mejor compañía.

Basta encender una chimenea, compartir un juego de mesa y disfrutar de un bombón inesperadamente delicioso para comprenderlo. Contigo, todo adquiere sentido. Cada instante se transforma en un recuerdo que quiero para siempre.

Tú me has enseñado a valorar las pequeñas cosas que dan la felicidad. Me recuerdas que la vida no siempre es perfecta, pero tenerte a mi lado hace que cada desafío valga la pena.

Gracias por ser mi refugio, mi fuerza y mi paz. Por hacerme sentir que, a pesar de todo, siempre hay un motivo para seguir adelante. Contigo, incluso los días más difíciles tienen algo de esperanza, y los más felices se sienten como un pedacito de eternidad.

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